Beatriz Guido.

Beatriz Guido fue una figura pública durante los 50, 60 y 70, años en que la industria cultural la contó entre sus hijas dilectas. Condescendiente con ese espíritu de época, y a la vez desafiante, manipuló ese estado de la modernización que contribuyó a moldear. Encaró la escritura de novelas con voluntad casi pionera ya que sus ficciones enseguida pasaron al cine y allí se afincaron para otorgarle una cédula de identidad. Beatriz Guido no hubiera rubricado del todo esta forma parcial del retrato. Estaba más cómoda entre las polémicas, las posiciones ambiguas, los personajes familiarmente embarullados que inventaba, las mescolanzas de clases o de géneros y las amenazas que arrastraban, sobre todo cuando eran vecinas del poder político. En síntesis, fue hábil con las máscaras, los velos o los disfraces, como saca a la luz este libro de Miryam Pirsch. Se trata de una muestra sagaz de crítica literaria que interroga de manera creativa y lúcida la poética de cruces que propone la obra. No sólo explora y recoloca a Guido en los diálogos estético-políticos que mantuvo con sus contemporáneos desmenuzando el uso particular que hizo de la cultura letrada y de la popular sino que realiza un gesto que faltaba: la pone en movimiento.