La razón educada.

Las personas y las instituciones son racionales si les importan y toman en cuenta las razones. Aun cuando dimensiones de la vida humana como el amor o el arte en alguna medida se sustraen al influjo de la racionalidad, ésta ocupa buena parte de la vida consciente de las personas. Desde luego, adopción de creencias, posturas valorativas y conductas racionales no garantiza nada, pero contribuye a hacer la vida propia y la de los demás más previsible y coherente. Pertenecemos a una cultura que abandonó la creencia en una razón objetiva universal. Sin embargo, esa misma cultura necesita la presencia de alguna forma de objetividad que regule la interacción de las personas entre si y de ellas con el mundo externo. En este contexto la construcción social de criterios juega un papel significativo para el desarrollo de la acción y la creencia racional. En este sentido, educar la razón quiere decir hacernos capaces de adquirir o adoptar un estilo de vida regulado y sostenido en razones de manera tal que, a partir de las prácticas sociales guiadas por ellas, podamos intentar alejarnos de las dos posturas extremas de nuestro tiempo: la irracionalidad autoritaria y el relativismo radical. Este libro procura mostrar de manera clara y didáctica cuáles son las desarrollos teóricos más significativos que circulan hoy acerca de la creencia, la acción y el valor racional, qué consecuencias prácticas se derivan de ellos y cuáles son los principales críticas que se elaboraron sobre la racionalidad en los últimos cien años.